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Una preciosa y delicada novela histórica, de corte clásico, que evoca el género de aventuras del s.XIX. Con una prosa rica y cultivada, lleva al lector casi en volandas por las páginas.

Por Ángeles Pavía Mañes. Reseña original aquí

Esta novela me ha causado muy grata impresión, debido sobre todo a la alta calidad literaria de su autora. Su prosa cuidada y culta y su estilo, en ocasiones poético, hacen que su lectura sea un ejercicio literario de lo más agradable.

Se trata de una novela histórica ambientada en la Irlanda del siglo V. Aunque trata sobre la relación entre dos jóvenes, no podemos decir que se trate de una novela romántica tal y como se entiende hoy día, sino más bien de la historia, sobre todo, de un hombre que vivió en esa época, su vida, sus anhelos y la búsqueda de su identidad. Esto la convierte en una obra más al uso de los grandes clásicos de aventuras que de las obras históricas propiamente dichas, más centradas en narrar un hecho histórico señalado.

La temática principal de la obra es el amor, y cómo el fracaso de este puede llevar a decisiones erróneas que cambien la vida y dominen el destino de una persona. Otro gran tema es la cristianización de la isla, que está todo el tiempo presente, sobre todo desde su punto central de inflexión. Pero es un tema que si bien está latente, no acaba de verse y comprenderse en profundidad, y es tratado de una forma muy superficial. El uso del narrador omnisciente, oportuno y desarrollado de una forma fluida, da mayor flexibilidad y permite una mayor facilidad a la hora de narrar las vivencias de los hombres y mujeres que pueblan sus páginas.

Su principal protagonista es Ciarán, un joven adoptado por el jefe/rey de la zona, rebelde y enamorado desde la infancia de Olwen, una de las jóvenes de la aldea. Este joven está muy bien dibujado, muy bien definido como persona, pero su comportamiento adolescente no está bien explicado, no se le ven motivos suficientes para actuar como lo hace.

El otro principal protagonista es Olwen, la niña de la que se enamora y con la que se crea el conflicto sentimental. Este personaje queda desdibujado, un tanto plano, sin que se le llegue a conocer en profundidad ni sus sentimientos ni sus motivaciones. Lo intuimos por lo que nos dice el narrador, pero no por lo que nos cuenta ella, quedando así aislada del lector, como ajena a la historia.

El resto son secundarios y, como tales, no están bien dibujados. Quedan un poco al margen, no hay ninguno que te haga empatizar con él. Quizá sea esta la mayor pega que puedo ponerle a la novela, ya que a pesar de ello, la autora consigue alejarse bien del maniqueísmo, y sus personajes, a pesar del poco volumen que alcanzan, tienen matices variados y todos resultan muy creíbles, coherentes y no hay situaciones que nos rechinen.

Los diálogos son adecuados al tipo de narración y ni resultan excesivos ni escasos. Quizá la carencia de agudeza o de mayor presencia de Olwen en ellos sea lo que le da esa mayor sensación de lejanía con el lector.

Respecto a la técnica literaria, la autora la domina muy bien. Nos encontramos aquí con una prosa rica y cultivada, en algunos fragmentos incluso poética. Y a pesar de ello podemos destacar la fluidez y la belleza del estilo que hace que esta novela se lea con facilidad y con mucho agrado. Podemos decir que este es uno de los puntos más fuertes de esta autora novel, muy llamativo y para el lector que aprecia la buena literatura, altamente atractivo.

Así mismo, la coherencia interna de la obra, la estructura y el ritmo llevan al lector casi en volandas por las páginas. Resulta una obra muy bien estructurada, bien urdida, sin incoherencias. La tensión se mantiene a lo largo de toda la novela hasta acabar en un clímax final que culmina en un pequeño epílogo.

Narrada en un registro educado sin ser en exceso culto, la autora domina con gran soltura un vocabulario muy amplio, mostrando una riqueza importante, sobre todo en vocablos propios de ese tiempo y lugar, si bien abusa un poco de las notas al pie de página. Es de mencionar la fantástica ambientación que hace de la época, y aunque al principio hay un cierto toque docente, desaparece con rapidez, atrapa al lector y lo sumerge con habilidad en la sociedad rural de la Irlanda del siglo V. La autora no se vale de largas y densas descripciones ni de lugares ni de personas, lo que agiliza mucho la tarea del narrador omnisciente que domina toda la obra. A pesar de no ser descriptiva, consigue ofrecer una imagen nítida de paisajes y personajes a base de pinceladas.

En resumen, una preciosa y delicada novela histórica, de corte clásico, que evoca el género de aventuras del SXIX. Si bien tiene alguna carencia, sobre todo en cuanto al tratamiento de algunos personajes, podemos hablar de una buena novela que nos traslada con habilidad a una época y lugar muy diferentes a los que estamos acostumbrados. Más orientada a un público femenino que masculino, más adulto que juvenil, creo que hará las delicias de cualquier lector al que le guste la buena prosa y la recreación de ambientes pretéritos, aunque se sitúe alejada de grandes hechos históricos, batallas, y regios personajes.